No paramos de poner barricadas en las calles para protegernos de la batalla contra los antidisturbios. No paramos de tirar cócteles molotov a los bancos y quemar cajeros automáticos.
Habia varias viejecillas, y unos cuantos niños, que me echaron una mano para dar una paliza a los agentes de la policía.
No dejamos de provocar heridos en todo el trayecto. Los pegábamos con los palos de las banderas republicanas, mientras cantábamos el Himno de Riego para torturarlos acústicamente, como hacen los amigos de José María en Guantánamo.
Todos llevábamos las fotos de nuestros parientes, extremistas rojos que combatieron contra el Caudillo durante la Gloriosa Cruzada Nacional. No es raro que desaparecieran en una cuneta y nadie quisiera saber nada de ellos, pues se nota claramente, por su lamentable comportamiento, que son nuestros antepasados. Los antepasados de estos "terroristas" antisistema que destrozamos la calle de Alcalá el último sábado, causando así una profunda tristeza en el corazón inmaculado de Nuestra Señora del Cospedal.
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