
Recupero, momentáneamente, el idioma de nuestro castillo estepario para reclamar vuestra solidaridad.
Y es que, en algún momento de nuestra gris y cartilaginosa existencia, todos necesitamos una ayuda.
La reclama el recién parido, sediento de leche materna; el que, huyendo de la brigada político-social, no encuentra una salida; el toro, sobre el albero ensangrentado, viendo avanzar la Muerte con su traje de luces; el pensionista, al fin, ahíto de tiempo libre, pero escaso de recursos emocionales…
No nos dejemos, pues, llevar por la avaricia y dediquemos unas monedas, aunque sean virtuales y devaluadas, a la edificante labor de socorrer al prójimo.
Si habéis hecho click en la foto de inicio, ya sabréis a lo que me refiero.
Abro una cuenta imaginaria para mantener la ilusión de ese casto varón español, sin complejos, sin acritud, sin pelos en la lengua… aunque solo sea para lograr esto último: que tenga pelos en la lengua, pero, eso sí, pelos rizados y sustanciosos, pelos de una excelente pelandrusca.
El que no llora, no mama.
Y el que no mama… no sabe lo que se pierde.
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