Me duele
Grecia. Me duele el mundo de la Cultura. Me duele cada espasmo de este ingrato
planeta... Y ya, en plan absolutamente egoísta, me duelen los costurones que
todas esas heridas me van dejando en el pecho.
Sé que hay
muchas cosas que estamos haciendo mal. Estaría cojonudo que fuéramos los únicos
perfectos. Y yo, en concreto, soy bastante crítico con buena parte de las cosas
que estamos haciendo.
Pero hay
algunas jugadas que me huelen a chamusquina desde la distancia. Y creo
solemnemente que la campaña de descrédito a la que se nos está sometiendo es
injusta.
Es claro que
debemos aprender de los errores y tratar de subsanarlos, pero coño, llevamos un
año y medio diciéndole a la gente que hay otras maneras de hacer las cosas,
intentando promover la unidad de la gente,
y las peores miradas que me he encontrado han sido las de aquellos a los
que consideraba amigos y que nos veían como a unos bichos raros y poco fiables
que intentáramos medrar o desbancar a los grandes santones del régimen, de sus
escaños orondos y brillantes, con el único fin de ocuparlos nosotros.
Hemos ido
creando algo muy grande y muy molesto en muy poco tiempo. Nos hemos dejado la
piel cada día y cada mes para tratar de que en este país, en este mundo, las
cosas cambiaran.
Y cuando
resulta que parece que las cosas pueden cambiar, comienzan a aparecer los salvadores de la revolución que, en buena
medida, habían permanecido debajo de las piedras, a decir que no estamos por la
unidad de las izquierdas, que no queremos participar en la única vía
responsable para conseguir el cambio.
En realidad,
siento que muchos de ellos se habían amoldado a una situación cómoda que
consiste en mantenerse en la bendita oposición eterna, sin nada que ofrecer
durante décadas, lamiéndose los fracasos como si fueran únicamente injusticias
orquestadas contra ellos.
Y todo esto
no es culpa de la clase política dirigente durante tantos años. Parece que la
culpa es nuestra.
Me siento
como puta por rastrojo.
Ya no sé
quiénes nos quieren, ni quiénes nos desprecian.
Solo siento
como si alguien tratara de cercenarme la ilusión.
Y me duele.
Y tal vez
abandone.
O tal vez me
ponga mi traje de domingo y salga por las calles a demostrar que sigo vivo y
dispuesto a mojarme, en medio del temporal, para conseguir hacer realidad mi
último sueño.
1 comentario:
Nos quieren manipular hasta la libertad de soñar ¡¡¡COÑO!!!
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