Como estoy en mi derecho de dedicar los post al asunto que me dé la gana, vuelvo a la carga con el Lobo Ibérico y, quien no esté de acuerdo, se las tendrá que ver con Félix Rodríguez de la Fuente. Que yo paso de dar explicaciones.
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El tío Bruce ya ha aparecido en nuestro blog en alguna otra ocasión, pero repetir es de sabios (y si no, que se lo digan a los comedores compulsivos de “Pipas Arias”).
Aquí nos habla del Río de la Vida, o eso me parece a mí, que desconozco el inglés, pero tengo mucha intuición.
“Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar”, decía Jorge Manrique, ese gran arquitecto canario, y tenía más razón que un santo.
¡Benditas Islas Afortunadas! (como el tabaco).
¿Se acuerdan ustedes de los sudores que me costó subir al Teide?
Pues eso no es nada comparado con lo que sudan las chicas para parir, o los obreros para ganarse la posesión de un adosado en Griñón.
Y me parece que me estoy desviando del tema original, pero sepan que soy un hombre de recursos (humanos) y en cualquier momento puedo retomar el hilo de esta entrada y dirigirme al hermano Lobo con una claridad que ya hubiera querido San Francisco de Asís.
Asinque: querido Lobo; queridos Lingres del sur; querida Piel de Toro… esta canción es para vosotros, esperando que la disfrutéis igual que yo.
Cuando los camioneros cogen la guitarra, el planeta comienza a temblar. Y lo digo yo, que pertenezco a una antigua familia de camioneros, si bien es cierto que el Pegaso o el Barreiros nunca llegaron a motivarme hasta el punto de hacerme músico profesional.
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¡Hay que joderse, la cantidad de tonterías que puede uno escribir para no llamar la atención…!