ECOS DEL SOLSTICIO

Es complicado felicitar la Navidad cuando se vive en un mundo tan cabrón como el nuestro. Cuando los gobiernos “democráticos” se empeñan en callar las voces discordantes, mientras planean nuevas meadas en la boca de los contribuyentes menos favorecidos.

Es difícil buscar el motivo para una felicitación. No será el aniversario del nacimiento de un “supuesto” Niño Dios, gracias al cual la religión organizada lleva centenares de años amargándonos la vida.

No será la alegría que nos deparará el futuro cuando, previsiblemente, la actual Oposición política venga a salvarnos con su mezcla diabólica de palabrería parafascista y catolicismo beato y beligerante.

¿Qué queréis que os diga? Algunas veces, ante una catástrofe natural, al menos queda el consuelo de lo inevitable. Pero cuando son los poderes fácticos, llámense políticos, banqueros, militares, empresarios, cardenales, o una sutil amalgama de todos ellos, quienes se empeñan y cosiguen sacar de quicio a la paupérrima y castigada Humanidad, sobre todo dan ganas de llorar. Ráramente, de felicitarse por el estado de las cosas.

Y, una vez echada la bilis que me corroe, insisto, no obstante, en desearos lo mejor para estos días en que algunos desarrapados celebramos, en realidad, el solsticio de Invierno. Y, con ello, la esperanza de una nueva resurrección primaveral, más benigna, equitativa y libre, para todos.

Vale.

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